Soy un vastago suspiro
de tu gelido aliento en el reproche
al respirar una vaga promesa
las campanas se tambalean como muertos vivientes
del sentir inerte por el desaire del destino
secretos que la noche despierta, en su esfinge
el deseo de profanar una estrella
al final de la planicie estelar de mi promesa
donde culmina este umbral doloroso
mi nocion del amor se doblega, ante mi reflejo
al abatirme entre el silencio
y el susurro de mi pluma temblorosa
el miedo se acobarda ante mi verso masoquista
y la dualidad de mi espejo proclama curdura
bajo este techo descarado de mi claustro
las paredes que murmuran
las sombras huyen, la muerte se resigna
a una tregua afable con mi alma
en un duelo entre su guadaña y mi pluma
tratando de persuadir a los espectros
que se ahogaron en la tinta de este verso
por la zozobra de un gentil remordimiento
a un pecado tan puro, el de amar
donde un angel otorgo sus alas
entrelazando sutilmente el cielo y la tierra
la ñoranza surcando el umbral hasta tu intimo astral
esos angeles evocados en cada estrofa
cadaveres del olvido, de la mortal desilusion
si prevalezco en este astral
he de morir abrazando tus cadenas
mi boca que sostiene este verso fugitivo
siendo la esclava de tu libre albedrio
hasta obtener el trIbuto de esta vaga proeza
que con gentil agravio me doblega y me sostiene a la vez
entre la vida y la muerte
el duelo entre la pluma y la guadaña
de mi verso que tan solo quedara un cadaver
y las cenizas de cada herida de amor.
Ya te pedí perdón.
-
s
Henri Gervex (1852-1929)
Ya te pedí perdón, ¿qué más deseas…? ¿Que me arrastre, que pene, que
suplique…? ¿Que te llore mi error, que magnifique lo que...
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